viernes, 24 de diciembre de 2010

Volver ya no es el mismo "volver"...

La estación se limita a ser el lugar donde la gente deambula en su espera, y yo en la mía. El segundo cigarro que apago y la tercera vez que miro la hora en el móvil me intrigan el aburrimiento. !Como si ya no supiera de sobra cómo va a ser el día!
Hoy me he cansado de inventarme una historia para cada persona que se cruza por mi mirada perdida en el horizonte. Me he cansado de pensar que ya no tengo ganas de volver allí porque lo que ocurre ahora es que ya no quiero irme. Pero vuelvo, y en mis pasos hasta mi asiento del fondo también vuelvo, inconscientemente, a todo aquello que ya fue. Es un paseo espacial breve y un paseo mental muy largo por ese pasillo estrecho donde ya empiezo a ver caras conocidas. Cruzo los dedos, con la mano metida en el bolsillo, deseando con todas mis ganas que me toque ventanilla y que nadie se siente a mi derecha. Surge mi mueca de los labios hacia un lado, y las cejas levantadas. Hoy ha habido suerte, pero yo seguiré pensando de manera infantil éso de que si deseas algo con todas tus fuerzas al final se cumple.
Antes de que el motor se ponga en marcha aún sigo deambulando por la estación, igual que el resto, aunque yo no necesite nunca mis pies para hacerlo como ellos. Ya sé el camino que vamos a seguir, cómo es cada uno de los edificios que voy mirar y en qué semáfonos se parará mi autobus. Ahí están puestos mis ojos, sin que llegue a ser lo que yo veo.

Ultimamente el camino se hace más corto. De repente, veo mi cara reflejada en el cristal y estoy sonriendo. Una puerta que se abre. Otro paseo. El camino de siempre. Otra puerta que se abre. Llego a casa. Sonrisa. Máscara puesta. No me gusta este día. Ellos lo saben. Sigo deambulando. Miro cada rincón, cada cambio, y las cosas "que siempre serán de siempre". Ella me mira, se acerca, y me abraza. Ya lo ha hecho como mínimo tres veces a lo largo de la tarde. Mi mente termina dando vueltas. Yo, termino andando en círculos en la habitación. Me siento. Miro atrás, muy atrás...sin mover ni un solo milímetro mi cabeza. Recuerdo cómo era sentirse así. Me siento así ahora. Escribo. En presente, porque ya no da tanto miedo. Vuelvo a sonreír, otra vez, por pensarte. Y ya sé que será la única sonrisa, sincera y sobria, de hoy.






Valoro ahora más que nunca este trozo de tiempo donde coexistimos. Este ahora, que, también, es terminar con los nudos en la garganta y los ayeres que se me atragantaron. Me prometo no volver a devorar la vida, que ahora quiero saborear cada bocado. Volver ya no es el mismo volver... aunque me sigue pesando más el camino que los años.
























domingo, 28 de noviembre de 2010

La esencia del prefijo

Las seis de la tarde de un domingo cualquiera nunca me supieron a café. Yo soy más de un colacao y dos tostadas, recién levantada, que quiten el vespertino mal sabor de boca que deja una noche insípida. ¡Que yo puedo levantarme a las cuatro de la tarde y que me sepan a una mañana! Soy más de tomar té a deshoras, porque es precisamente "el momento" lo que mejora el sabor. Nunca tuve "hora del té". Cada día tiene las mismas horas, pero cada uno de ellos se repite vulnerable a mis apetencias. Acabo de comerme el helado de toffe que llevaba meses gritando -¡verano!- en el cogenlador, tirada en el sofá y liada hasta el cuello en una manta verde. ¡Y con esto no pretendo decir que no llaméis loca a cualquier persona que llevase bufanda en pleno agosto! Pero hay ciertos instantes ridículos que me hacen sentirme muy bien, porque no tiene sentido crear más reglas, ni predestinar las horas, ni prefijar "el momento de", al igual que no tendría sentido "exar de menos" en imperativo. No hay momentos perfectos para un abrazo, para hacer el amor, para escribir...

*HOY, será el mes que viene.Igual que un té a deshora (como todo lo que me gusta hacer)
"What have we found? The same old fears. Wish you were here."

martes, 27 de julio de 2010

...el proceso, el viaje, el trayecto...La vida.

No es por quejarme simplemente, si ya se que sigo en la búsqueda de tiempos venideros pasados. No, no es una contradicción aunque pueda parecerlo. Lo digo yo que se que ya he radicalizado mi aspecto cientos de veces cada vez que el cuerpo me lo pedía, o mejor dicho, cada vez que la rebeldía de mi terraza neuronal lo exigía. Yo, que he probado las miles de formas de cortarme el pelo y lo he teñido en los colores más chillones, ¡como si el cabello gritara visualmente hablando!, y sigo de aquí para allá, entre músicos, filósofos de calle, dibujantes y boemios, y otros muchos que tan sólo creen serlo de lejos y callejean deambulando entre sueños que ni si quiera se atreven a soñar. Yo, que me gasto los ahorros de un año, cada año, en viajar, y que soy de las que vuelve con los bolsillos vacíos y la mochila llena de servilletas de sitios donde he estado. A mí que me apena volver más que irme. ¡Aunque la cámara se quede atrás en tantas ocasiones y no haya fotos! Me reitero,no es sólo por quejarme, porque al fin y al cabo, soy de esa gente con buena memoria fotográfica y esbozo sonrisas estando aquí que no pertenecen a este lugar. Cambio al ritmo al que se mueven las agujas del reloj, crezco sin mirarlo.

A kilómetros de aquí suelo estar, es mi forma de vida. Me nombran a menudo la palabra "ausente" y no es tan correcto el término con el que me califican como ellos creen. Estoy aquí y ahí y allí, en algún lugar, existiendo entre una simbiosis perfecta entre mis fantasías, mis recuerdos y mis proyectos futuros (considerablemente realizables). Sueño despierta, mientras el resto piensa que me estoy perdiendo esta vida. Pero a mí eso me hace reír, pues vivo todas las que yo pueda llegar a imaginar. Cuando el dinero se acaba una nueva hucha comienza a rellenarse. Y hasta el próximo viaje, hasta el próximo atisbo de sueño realizable, me dedico a envolverme entre páginas y páginas de libros que esperan ser leídos y a los que, normalmente, yo también esperaba. ¿Qué busco? Supongo que ese algo que todo el mundo espera encontrar. No considero ese algo como un concepto generalizable, ese algo es ambiguo, es una prioridad personal, es la vislumbración de un reto o de una finalidad propia, una espera individual, un particular instante en letargo infinito... Si alcanzara a ver el final de un túnel nunca le encontraría el sentido a cruzarlo, pues nunca tendría curiosidad, ni me consumiría el miedo, ni me motivaría haber superado ese temor, ni me costaría caminar ni aprendería de cada mal paso... No disfrutaría de cada sensación que me produjese la vida si ya supiera cómo la voy a andar y dónde terminan mis pasos.

martes, 8 de junio de 2010

No sabríais andar en mis zapatos

Chapoteo en los charcos sin intentar razonar los sentimientos. Sé justo en qué paso se desgantan del todo mis suelas. Intento no recordar las palabras exactas que tiran mi sonrisa al suelo y la pisotean. No quiero olvidar las innumerables veces que he tropezado, ni el ritmo al que bailaban mis pies sobre sus pies. Me sé el camino de vuelta de memoria, y sin memoria, sigo andando sin haber aprendido aún a medir por donde piso. Sé cuánto cansa encordonar las zapatillas cada día, hastiada de los noes de sus punteras. Me identifico con el vacío que se siente al verlas llenas de barro con recuerdos entre sus grietas secas, y también con la tristeza que se respira en sus rozaduras. Amo los momentos de descanso, las paradas. Pies descalzos, amnésicos y estáticos, liberadores de la crueldad y el daño que guarda el horizonte.

Consciente de haber dejado a personas maravillosas por el camino. Segura de las huellas que he marcado y de quienes me abrazan por el día en que se cruzaron nuestras sendas. Me he salido en muchas ocasiones del camino trazado por las ansias de descubrir lo inexplorado. Me he perdido algunas veces, y también otras, he andado sin que ninguna huella me marcara el destino por delante de mis pasos. He llegado a saltarme tramos enteros, que me atrapan en una sonrisa triste ante pasajes que otras bocas caminantes narran, y que yo no he vivido. Orgullosa de no haberme detenido nunca ante un obstáculo y de haber aprendido a sacarle fuerzas al cansancio de repetidas caídas. Agradecida a cuantos me acompañan cuando necesito la seguridad que proporcionan sus pasos. Aún me miro las suelas de vez en cuando, temerosa de su aguante. No miro atrás ni mi vista se pierde hacia nuevos soles, cada paso es un presente reafirmándome a mi misma.


martes, 18 de mayo de 2010

Se me olvida tu voz. Sigo aprendiendo a encontrar la paz en tu silencio

Reconozco mi sombra mientras me sigue por las losas de las aceras a las cuatro de la tarde y cuando paso la esquina y se pone a mi lado en la pared. Sé cuantos lunares tiene mi espalda y la forma de cada una de las cicatrices que hay en mi piel. Conozco a la perfección las arrugas de mis manos y el por qué de cada tatuaje sin tinta. Sé que mi olfato es patético, qué número calzo, qué color odio, cual es mi sabor preferido... Sé que ya casi nada me hace llorar y que, sin embargo, le sonrío a cualquier cosa. Sé que siempre miro a los ojos cuando hablo con alguien, que me encanta comer con las manos y que no puedo evitar relamer la cuchara y el plástico del yogur cuando se acaba. Que me pongo nerviosa si no tengo cualquier cosa con la que jugar entre las manos, que en mi mochila nunca falta un libro que leer, que soy incapaz de acostarme temprano y que aunque ame la música adoro el silencio.


También sé que ya no puedo cerrar los ojos y ver tu cara con claridad. Por eso llené cada uno de mis rincones con tus fotografías. Sé que se me ha olvidado tu voz y que ya no consigo hallarme sin escucharla. Y que me busco. Y que te busco en mí, en un esfuerzo constante por sentirte vivo.



...porque la mejor manera de honrar a quien ya NO ESTÁ es vivir... *ERES siempre conmigo*

domingo, 9 de mayo de 2010

¿cuántas preguntas pueden darme una misma respuesta?

...¿cuántas cervezas vacías?, ¿ cuántos ratos de pensamientos mirando al cielo?, ¿cuántos sonidos que no crean tensión sino que proporcionan paz?, ¿cuántos absurdos contextuales?, ¿cuántas quimeras?, ¿cuántos olvidos?, ¿cuántas sonrisas que se contagian a la velocidad de la luz?, ¿cuántos textos?, ¿cuántas fechas?, ¿cuántas flechas no matan?, ¿cuántos gritos?, ¿cuántos trastos?, ¿cuánta gente nos falla?, ¿cuántos secretos?, ¿cuántas canciones guardamos debajo de la almohada?...


¿cuántos cuentos incontables crean todos esos silencios?


jueves, 29 de abril de 2010

Ya lo dijo Lechowski: - mi cariño es metafórico



¿Ves cómo se consume? Es casi hipnotizador mirarlo.


Dicen que la vida pasa por delante de tus ojos como si fueran miles de fotogramas superpuestos a la velocidad de la luz cuando estás muriendo. No creo que sea tan diferente a este día de cada año.


Llena de estados y conjeturas iré llenando mi cabeza de objetivos nuevos, de proyectos que seguramente nunca se terminarán, pero que ahora mismo le dan un toque de ilusión a todo esto. Miro hacia los lados y me veo rodeada de gente, de buena gente, de esos a quienes sí que les importa que hoy no sea para mí un día cualquiera, como otros tantos. Ellos son de los que saben que yo soy de ese tipo de personas que odia que el calendario esté lleno de círculos rojos que marquen los días que deben ser especiales, igual que saben que en junio y en agosto yo siempre tengo abierta la página de mayo, aunque no sepan por qué. Pero, aún así, nunca se cansan de intentarlo. Será porque inevitablemente me hace sonreir el tener una mesa repleta de buena gente que quiere que hoy recuerde que están conmigo, que siguen ahí en cada paso que doy o cada vez que tropiezo, para facilitarme el camino con sonrisas soleadas o para reirse conmigo ironizando mi torpeza.

En cada rostro veo una sensación distinta, pues cada uno conoce una parte diferente de mi. Cada uno aporta un aspecto distinto a lo que soy. Me quedo fija en el movimiento oscilante de la llama derritiendo esas velas. Termina siendo realmente hipnotizador. De repente, y como cada año (en plan dejavu) alguien hace descarrilar mi vagón de buenos recuerdos de mis vías sinápticas con esa frase que detesto: -¡Pide un deseo! Siempre me río de su poco ingenio, pero al segundo lo pienso, no vaya a ser que alguna vez se cumpla. Y vuelve siempre el mismo en este día: - que dejen de quemarme los recuerdos y no me consuman (como a estas velas) por conocer todos los momentos que ya no volverán.


Cierro los ojos y soplo. Ya no es 29 de abril, son todos los que quedan hasta el círculo rojo con mi nombre en sus calendarios.

martes, 20 de abril de 2010

Omitir, mentir, engañar, fingir... Que deformen la realidad no es justo para nadie.

Yo me preguntaba:

-¿cuánto se tarda en decir una verdad?

-¿cuánto dura una mentira?

-¿cuánto tardan unas cuantas palabras en borrar tu sonrisa?


Ella me/se respondió:

-Sólo se que para la segunda pregunta hay una única respuesta: no importa la duración, ¡es tiempo muerto! Pero al fin y al cabo todo lo contesta el tiempo...


Draxa se reafirma: -PUTO MUNDO TEATRO

Draxa grita: -¡LLENO DE BUENOS ACTORES!

Draxa me susurra: -Que eso no te haga perder lo bueno que aún te queda.
Las verdades sólo son para valientes. Especial dedicación a la cobardía.



lunes, 12 de abril de 2010

Interiorizando acordes y tablaturas

Sólo hay tablaturas para ciertos instrumentos, como sólo las hay para ciertas personas. Son relativamente fáciles de leer. Aún estamos aprendiendo, y facilitan el proceso. Aunque nos cansan las cosas simples, que nos invitan a las posiciones y colocaciones predefinidas para interpretar una pieza. Aún así nos gusta entretenernos, hasta llegar a victimizarnos, excusándonos en que no nos marcan las alturas ni las duraciones de los tonos. Las usamos como introducción a nuestros delirios paisajísticos, meros refugios de pasajes de temática innovadora. Sencillo y finito génesis musical.


Interiorizamos aprendizajes de manera autodidacta, memorizamos la maraña de rarezas, esperando cerca de la salida, descubierta hace tiempo, del laberinto en que elegimos adentrarnos libremente.




Escapamos, o creemos escapar, para perdenos. Buscando lo distinto, creyendo en un concepto de alquimia extrapolable a cualquier cosa. Sin caer en la cuenta de que las tablaturas sólo nos sirven para el instrumento para el que fueron concebidas. Porque nos gusta pensar que aún se puede crear o inventar algo nuevo tanto como nos agrada soñar que el aceite pueda diluirse en agua.

Por eso suele haber tres o más notas diferentes que suenan simultáneamente o en arpegio, como algunas noches, como algunos días enteros.
En determinados contextos, un acorde también puede ser percibido como tal aunque no suenen todas sus notas, deduciendo el epicentro de nuestros huracanes. En torbellinos de movimiento que se tragan las monotonías y exhalan el poco arte que aún guardamos en cuadernos de pentagramas dentro de baúles polvorientos. Son como la vida, con sus teorías difuminadas en ondas de pasos de espectros. Cachos de una historia a la que le cuesta quedarse sostenida, que deambula hasta chocarse con las paredes, que en trauma es silencio o un maltrecho affaire, que cuando es desafiante siempre avanza hasta resguardarse en otra.
También hay instantes de ratos de díadas, que en simultaneidad conjugan un estado perfecto. Las últimas que escuché decían que nacemos, vivimos y morimos en una progresión de acordes.




jueves, 8 de abril de 2010

Llena tus pulmones de aire limpio de vez en cuando // Grita fuerte cuando lo necesites

Paliamos la sed con líquidos. Nos lavamos las manos, aunque no toque, cuando las sentimos sucias. Si hace sol usamos gafas. Cuando llueve abrimos el paraguas. Para peinarnos buscamos espejos.

Acción más acción. Acción que conlleva contracción. Acción que espera reacción.


Reaccionamos ante las acciones. Reaccionamos ante las circuntancias. Normalmente, reaccionamos.


Aunque, hay un vacio que no es rellenable. No basta sólo la intención, no tiene cabida la acción, ni siquiera tienen nada que ver las circunstancias. Es como el culillo de una botella de Cocacola disipada. Como la última rebanada de pan Bimbo que se queda sin acompañante. Como la típica calada del porro que te pasan diciéndote: -¡mátalo!, y lo que terminas matando es a tus papilas gustativas, que te gritan que preferirían el sabor de un chicle de clorofila. Como pensar que estás siendo cumplido en vez de calificarte de hipócrita. Como la entrada inoportuna de tu madre mientras te tiras a alguien en su cama. Como los típicos regalitos indeseables de tus suegros y tu cara de -¡para esto haberos comprado otro paquete de tabaco!, con su correspondiente -¡gracias! (sin más comentarios). Como los -¡Buenos días! que le dedicas a tus vecinas del 4º mientras critican "tus pintas" en el rellano. ¡Me haría fregonas con sus cabezas para todas las escaleras del bloque y con sus lenguas una escobilla del váter! Como romper la foto de tu ex y pegarla con celo después. Como un etcétera infinito. Sentimientos, cumplidos, situaciones y palabras; inútiles. Todos inútiles.


Viviríamos mejor sin esos momentos en los que estamos alienados. Viviríamos mejor sin que todo eso nos creara más vacíos impropios.

A pesar de ello, soportando el vacio, sobrevivimos bien, a base de tragar mierda y escupir rabia.


*Normalmente,
reaccionamos.

martes, 2 de febrero de 2010

Actualizando Reminiscencias

Rebuscamos entre imagenes los adjetivos que puedan seguir calificándonos hoy. Revolvemos los "cajones desastre" queriendo encontrar allí los amuletos que puedan seguir dándonos suerte ahora. Revoloteamos por las páginas de los libros las frases subrayadas que puedan seguir amortiguando las caídas de nuestro último sueño.


Nos miramos en el espejo siendo incapaces de reconocernos. Sólo ocurre algunos días. Cuando obviamos visible el cambio. Las étapas se suceden sin que tengamos miedo a la siguiente. Normalmente preferimos acelerarlas porque sólo se aprende de las pasadas, de las ya vividas, de las que podemos analizar un poco más de lejos. El presente nunca se puede vislumbrar con claridad, está demasiado vinculado con el mañana reciente, con un futuro inminente.

Ausentarnos, evadirnos, escaparnos, eludirnos... mirarnos desde fuera. Hallarnos.

martes, 19 de enero de 2010

Suicidio neuronal masivo / Perderás de todas formas


Si consigues sorprenderla, me costará creerlo.


Si consigues ilusionarla, tardaré en aceptarlo.


Si consigues enamorarla... ¡eres un buen mentiroso!

Lo siento, cariño, pero ella ya no cree en los cuentos de hadas. Creció entre fantasmas fumando cáscaras de plátano, argumentándose entre caladas, reafirmándose entre carcajadas. Se le cayeron todos los mitos vivos, y a los muertos que idolatró los tiró de sus pedestales de dos soplidos. Quien la miró desde arriba le enseñó a subirse en la escalera. Quien se sintió humillado le enseñó a bajar un peldaño. Y desde el suelo siempre soñamos con el cielo, pero a partir de la segunda vez que subes a un avión terminas durmiendo en él y no mirando por la ventanilla.

Lo siento, cariño, pero ella ya no cree en la magia. lo primero en lo que se fija es en si tienes un As bajo la manga.

Lo siento, cariño, pero creo que terminará suicidándose en vez de pasarse la vida besando sapos.

[ella COMENZÓ el JUEGO - él OSÓ CREER que GANARÍA]
Lo siento, cariño, pero aquí todos perdemos.

domingo, 17 de enero de 2010

ALLÍ, en la inexistencia. Pero lo fuimos...


ALLÍ. Literalmente tirados en el suelo. Tirándonos de aquellas carcajadas eufóricamente ruidosas. Sólo porque era un martes inquieto, de los que había querido andar descalza, dejando que la selva textil de la alfombra me hiciera cosquillas en los pies.


Volvimos a aquel lugar en el que fuimos felices, dibujando con los dedos en el aire la fisonomía de ése sin sentido. ALLÍ el cielo nunca estaba estrellado ni te deslumbraba el sol de un verano a las tres de la tarde. Nos cubría un techo blanco en el que con letras negras y ortografía de colegial estaba escrito "un espacio en blanco es soñar". Y con la hiperactividad ansiosa por evadirnos del sin fin de esperpénticos momentos a los que la vida nos sometía nos perdimos, incitados por ese mensaje infantil, acomodándonos en lo que podía ser cualquier cosa, lugar o acontecimiento que la mente pudiera imaginar.

ALLÍ, dejó de ser un martes. ALLÍ, dejó de ser un lugar. ALLÍ, se extinguieron los complementos circunstanciales, predicados o sujetos. ALLÍ se desvanecieron los estímulos externos y se adormilaron los sentidos. ALLÍ, fuimos felices, en esa nada versátil y vulnerable a nuestro estado mentalmente libre.

Entre esa inexistencia efímera cada uno era un pensamiento diferente, cada uno se dejada absorber por una abstracción distinta. Yo soñaba sobre el mismo espacio en blanco en el que soñabas tú. Sólo ALLÍ nuestros sueños no se solapaban unos a otros, sino que coexistían sin interponerse en la realidad paralela de la que nunca supimos cómo escapar. Sólo en ese ALLÍ en el que sí que había a su vez un tiempo y un espacio acotado, del que no éramos conscientes ni partícipes, supimos cómo ser felices juntos.


Alguna vez más me he tirado sola sobre esa alfombra bajo ese techo, tirando del recuerdo de aquellas carcajadas eufóricas con las que terminamos aquellos únicos momentos en los que supimos convivir en paz.


La vida real dejó el "nosotros" en el pasado, proporcionándonos a ambos un presente individual y desvinculado en el que yo sigo encontrando muchos espacios en blanco que rellenar. Tu... te seguirás preguntando siempre por qué escribo, pues sólo estuviste ALLÍ en mi imaginación.


domingo, 10 de enero de 2010

Los 83 pasos que hay entre la puerta del teatro y el escenario

Sus ojos estaban clavados en la cuchara con la que removía la espumilla del café. Se oyó cerrarse la puerta, pero era un sonido al que no le prestó especial atención. Es tan preocupante ver a una persona sola en la mesa del fondo dando pequeños sorbitos, imnotizada por su propia mano sujeta a una taza, ausente en el largo tiempo en el que la cafeína le fluye lentamente por su ser hasta que su mente inquietamente paralizada se reactiva, emancipándose de los pensamientos que la tenían presa entre las últimas olas de los posos de café.

Sin levantar la cabeza se desarrimó de la mesa circular de manera silenciosa, levantándose de la silla lentamente y devolviéndola a su primer estado de calma perpleja junto al círculo de madera con patas metálicas. Mientras cogía su abrigo azul del respaldo sus ojos profundos recorrieron por primera vez el habitáculo cruzándose a su mirada todas aquellas que cuando entraron espectantes ya la encontraron allí, y se habían sumado muchas a lo largo de lo que duró su taza hasta vaciarse. Aligeró de repente sus movimientos hasta abrocharse el abrigo, ponerse la bufanda, andar unos pasos y coger su paraguas transparente del paragüero gris con forma psicodélica. Vi como abría la puerta suspirando, quizá agonizante ante las tantas preguntas sin respuesta de los otros ojos. Al salir miró hacia ambos lados y al tiempo en que inició su marcha hacia la izquierda abrió el paraguas de botón.

El viento cerró la puerta de golpe dándome una bofetada a canela mezclada con flores silvestres y al instante se desvaneció el aroma. Miré instintivamente la mesa del fondo con la taza ya vacía, resultándome aún más triste que mientras ella la acercaba a sus labios sin mirarme, y del mismo modo recogí deprisa mis cosas y salí a la calle siguiendo su dirección. Abriéndome camino entre las masas de paraguas de colores, buscando un olor que ya se había encargado de borrar la lluvia. Pero yo seguía andando y andando, hasta que como un destello vi cientos de gotas resbalar por un paraguas transparente en la acera de en frente.

No había horizonte, sólo la verticalidad aplastante de su mirada hasta el suelo mientras caminaba. Los escaparates reflejaban su mejilla y parte de su melena negra carbón, brillando durante los segundos de sus tres o cuatro pasos ante los focos, en el cristal.

La seguí, hasta que su paso cerrando el paraguas se detuvo frente a la puerta del teatro un instante y al segundo la perdí de vista con el movimiento de las cortinillas de terciopelo rojas que daban al interior. Y sin motivo alguno empecé a contar: -Uno, dos, tres, cuatro...- No había nadie en la entrada, -Cinco, seis, siete... así que accedí sin problemas al interior, abrí la cortina asomando la cabeza, tampoco había nadie dentro, -Catorce...- y continué mientras me envolvía entre aquella sensación de grandiosidad, -Veintiséis...- asombrado por la gran bóveda, disfrutando de la inmensa soledad, hasta llegar a rozar con las yemas de mis dedos el filo del escenario, dónde tan sólo había un paraguas transparente sobre un charco, - ochenta y tres.-



Se abrieron entonces mis ojos ante las ocho y tres minutos que marcaba mi despertador. Quien sabe si mi sueño ha acabado o es ahora cuando empieza en realidad.

martes, 15 de diciembre de 2009

Sincerándome con el humo de mi cigarro entre ensayo y ensayo

No fue una experiencia sublime.
O al menos, a mí no me lo pareció.


Pudriste mi ego.
Utilizaste mis sueños.
Enajenaste mi opinión.
Deshubicaste mis sentidos.
Estropeaste mi pasión.
Salpicaste mis ilusiones.


Sacudiste mi tristeza.
Optimizaste mi ira.
Dignificaste mi dolor.
Oscureciste mi razón.
Masificaste mi furia.
Inutilizaste mi coherencia.
Zaborreaste mi locura.
Avivaste mi odio.
Rasgaste mi sensatez.


Malditos tus suspiros.
Ignorantes mis oídos.


Memoricé el pasado destino
Unifiqué el daño sufrido
Noctambulé nuestro camino
Despertando al sueño frustado para
Obligar a mi trozo de latir cansado...a salir de tu infierno. (grito en mayúsculas magentas)


Pero era el humo de mi cigarro el que me escuchaba...











-"Contamina otra atmósfera. Desvanécete humo. Ojalá se desvanecieran igual de rápido estos recuerdos en mi memoria. Quiero olvidar los malos hábitos"-le dije.

Dejé el cigarro consumiéndose sólo...y volví a mi ensayo.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Vestimentas que disfrazan el alma
























Como un cuadro abstracto con pinceladas que sólo son comprensibles para el pintor. O esas notas de acordes tristes que únicamente sabe el músico a qué momento de su vida pertenecieron. Igual que los movimientos ininteligibles que encontraron su coherencia tan solo para la bailarina. No supe entender a qué tipo de emoción se debía la voz quebrada del cantante al pronunciar esa palabra. Ni el por qué de las formas, estructuras y materiales que eligió el arquitecto del edificio. No imagino a qué se debe el rostro de dolor de esa estatua esculpida en piedra...



Ese desconcierto y a la vez curiosidad ante lo que no logramos entender del mundo. Extrapolable a cualquier persona como tal, sin ser creador de ninguna obra. Aunque, igual de fiel la sensación.


Hay tantas cosas que no podemos conocer, que no podemos saber ni comprender de otras personas. Momentos que nunca podremos descubrir de alguien, y por tanto, que no podremos, disfrutar, en ocasiones, ni sufrirlos, en otras. ¿Por qué necesitamos tanto esa intimidad, ese lugar inaccesible, esa soledad? Ese mundo aparte que a veces es un instante y a veces un abismo cronológico.



Mis labios se curvan en un movimiento casi eufórico.



Sonrío porque lo entiendo, aunque haya aspectos en los que no sea posible empatizar. Yo también lo hago, porque todos "nos vestimos de algo". Eso facilita que nos etiqueten y nos clasifiquen. Incluso, que nos prejuzguen. Pero no importa si yo escribo y nadie entiende una palabra. Pues los que necesitamos expresarnos, que de una manera u otra somos todos, pretendemos proteger la parte íntima que nos separa del resto. Enmascaramos el alma. La maquillamos para que no se vean sus imperfecciones ni sus cicatrices. Hay tanto que sólo uno mismo puede sentir y comprender...Hay tantos tanto que sólo queremos compartir con nosotros mismos...


Me visto de incoherencias, porque finalmente, sólo son vestimentas que nos cubren para dejar que engañen nuestras apariencias.

jueves, 29 de octubre de 2009

escondidos detrás del telón

Detrás de este telón había una vida que me hizo descubrir que el mundo es un gran teatro. Yo, involuntariamente, formo parte de él, también vosotros.
























He visto las miradas del odio

y el culpable era el rencor.

He oído susurrar a las mentiras

y la culpable era la envidia.

He saboreado besos hipócritas

y el culpable era el despecho.

He olido las fragancias intolerantes

y la culpable era la apatía.

He tocado la piel del sufrimiento

y el culpable era el amor.



Todos somos actores. Aunque a veces ni tan siquiera somos los protagonistas de nuestra propia historia. Hay ocasiones en las que sólo tenemos un pequeño papel secundario. Otras, en las que llegamos a ser antagonistas de nosotros mismos. E incluso, están las situaciones en las que sólo formamos parte del decorado, cual si fuéramos cosas, objetos o materias palpables y contables. Vacíos de esencia, de sentidos, de estados, de sensaciones, de sentimientos... que sólo están pero no son.



Todos solemos tener una coraza, un escudo, una máscara... tenemos muchas pieles que capa sobre capa llegan a formar un carapazón duro como una roca que creemos que nos hace más fuertes y nos protege. ¿Ante qué? Pues de ese mundo teatro y otros actores con sus roles y sus mácaras.

Lo que escondemos debajo de tanta capa, que es igual que decir debajo de tanto miedo, es todo aquello que queremos cuidar y mantener intacto y a salvo, sin que se contamine de mentiras, de hipocresía, de orgullos, de victimismos, de falsedades, de trivialidades... Aquello que nos hace frágiles. Aquello que intentamos ocultarle al mundo para que nada ni nadie lo mate. Aquello que, en muy pocos momentos de la obra de la vida, arriesgamos mostrándolo a alguien. Quizá porque nos sentimos especiales, quizá porque éso es lo que nos hace especiales, quizá porque queremos hacerle especial. De cualquier forma, cuando lo arriesgamos y lo destrozan, la nueva máscara que creamos, para que salvaguarde ahora nuestro "yo aniquilado en proceso de cicatrización" (nuestra última piel desnuda), es cada vez más resistente, su material más denso, su erosión más difícil, su acceso al interior más complejo. La esencia de mi yo, más honda, más profunda, más especial. No quiero formar parte del reparto de este mundo teatro, pero tampoco cualquiera merece conocerme.