domingo, 28 de noviembre de 2010

La esencia del prefijo

Las seis de la tarde de un domingo cualquiera nunca me supieron a café. Yo soy más de un colacao y dos tostadas, recién levantada, que quiten el vespertino mal sabor de boca que deja una noche insípida. ¡Que yo puedo levantarme a las cuatro de la tarde y que me sepan a una mañana! Soy más de tomar té a deshoras, porque es precisamente "el momento" lo que mejora el sabor. Nunca tuve "hora del té". Cada día tiene las mismas horas, pero cada uno de ellos se repite vulnerable a mis apetencias. Acabo de comerme el helado de toffe que llevaba meses gritando -¡verano!- en el cogenlador, tirada en el sofá y liada hasta el cuello en una manta verde. ¡Y con esto no pretendo decir que no llaméis loca a cualquier persona que llevase bufanda en pleno agosto! Pero hay ciertos instantes ridículos que me hacen sentirme muy bien, porque no tiene sentido crear más reglas, ni predestinar las horas, ni prefijar "el momento de", al igual que no tendría sentido "exar de menos" en imperativo. No hay momentos perfectos para un abrazo, para hacer el amor, para escribir...

*HOY, será el mes que viene.Igual que un té a deshora (como todo lo que me gusta hacer)
"What have we found? The same old fears. Wish you were here."

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