No fue una experiencia sublime.
O al menos, a mí no me lo pareció.
Pudriste mi ego.
Utilizaste mis sueños.
Enajenaste mi opinión.
Deshubicaste mis sentidos.
Estropeaste mi pasión.
Salpicaste mis ilusiones.
Sacudiste mi tristeza.
Optimizaste mi ira.
Dignificaste mi dolor.
Oscureciste mi razón.
Masificaste mi furia.
Inutilizaste mi coherencia.
Zaborreaste mi locura.
Avivaste mi odio.
Rasgaste mi sensatez.
Malditos tus suspiros.
Ignorantes mis oídos.
Memoricé el pasado destino
Unifiqué el daño sufrido
Noctambulé nuestro camino
Despertando al sueño frustado para
Obligar a mi trozo de latir cansado...a salir de tu infierno. (grito en mayúsculas magentas)
Pero era el humo de mi cigarro el que me escuchaba...
-"Contamina otra atmósfera. Desvanécete humo. Ojalá se desvanecieran igual de rápido estos recuerdos en mi memoria. Quiero olvidar los malos hábitos"-le dije.
Dejé el cigarro consumiéndose sólo...y volví a mi ensayo.
martes, 15 de diciembre de 2009
domingo, 13 de diciembre de 2009
Vestimentas que disfrazan el alma
Como un cuadro abstracto con pinceladas que sólo son comprensibles para el pintor. O esas notas de acordes tristes que únicamente sabe el músico a qué momento de su vida pertenecieron. Igual que los movimientos ininteligibles que encontraron su coherencia tan solo para la bailarina. No supe entender a qué tipo de emoción se debía la voz quebrada del cantante al pronunciar esa palabra. Ni el por qué de las formas, estructuras y materiales que eligió el arquitecto del edificio. No imagino a qué se debe el rostro de dolor de esa estatua esculpida en piedra...
Ese desconcierto y a la vez curiosidad ante lo que no logramos entender del mundo. Extrapolable a cualquier persona como tal, sin ser creador de ninguna obra. Aunque, igual de fiel la sensación.
Hay tantas cosas que no podemos conocer, que no podemos saber ni comprender de otras personas. Momentos que nunca podremos descubrir de alguien, y por tanto, que no podremos, disfrutar, en ocasiones, ni sufrirlos, en otras. ¿Por qué necesitamos tanto esa intimidad, ese lugar inaccesible, esa soledad? Ese mundo aparte que a veces es un instante y a veces un abismo cronológico.
Mis labios se curvan en un movimiento casi eufórico.
Sonrío porque lo entiendo, aunque haya aspectos en los que no sea posible empatizar. Yo también lo hago, porque todos "nos vestimos de algo". Eso facilita que nos etiqueten y nos clasifiquen. Incluso, que nos prejuzguen. Pero no importa si yo escribo y nadie entiende una palabra. Pues los que necesitamos expresarnos, que de una manera u otra somos todos, pretendemos proteger la parte íntima que nos separa del resto. Enmascaramos el alma. La maquillamos para que no se vean sus imperfecciones ni sus cicatrices. Hay tanto que sólo uno mismo puede sentir y comprender...Hay tantos tanto que sólo queremos compartir con nosotros mismos...
Me visto de incoherencias, porque finalmente, sólo son vestimentas que nos cubren para dejar que engañen nuestras apariencias.
jueves, 29 de octubre de 2009
escondidos detrás del telón
Detrás de este telón había una vida que me hizo descubrir que el mundo es un gran teatro. Yo, involuntariamente, formo parte de él, también vosotros.
He visto las miradas del odio
y el culpable era el rencor.
He oído susurrar a las mentiras
y la culpable era la envidia.
He saboreado besos hipócritas
y el culpable era el despecho.
He olido las fragancias intolerantes
y la culpable era la apatía.
He tocado la piel del sufrimiento
y el culpable era el amor.
Todos somos actores. Aunque a veces ni tan siquiera somos los protagonistas de nuestra propia historia. Hay ocasiones en las que sólo tenemos un pequeño papel secundario. Otras, en las que llegamos a ser antagonistas de nosotros mismos. E incluso, están las situaciones en las que sólo formamos parte del decorado, cual si fuéramos cosas, objetos o materias palpables y contables. Vacíos de esencia, de sentidos, de estados, de sensaciones, de sentimientos... que sólo están pero no son.
Todos solemos tener una coraza, un escudo, una máscara... tenemos muchas pieles que capa sobre capa llegan a formar un carapazón duro como una roca que creemos que nos hace más fuertes y nos protege. ¿Ante qué? Pues de ese mundo teatro y otros actores con sus roles y sus mácaras.
Lo que escondemos debajo de tanta capa, que es igual que decir debajo de tanto miedo, es todo aquello que queremos cuidar y mantener intacto y a salvo, sin que se contamine de mentiras, de hipocresía, de orgullos, de victimismos, de falsedades, de trivialidades... Aquello que nos hace frágiles. Aquello que intentamos ocultarle al mundo para que nada ni nadie lo mate. Aquello que, en muy pocos momentos de la obra de la vida, arriesgamos mostrándolo a alguien. Quizá porque nos sentimos especiales, quizá porque éso es lo que nos hace especiales, quizá porque queremos hacerle especial. De cualquier forma, cuando lo arriesgamos y lo destrozan, la nueva máscara que creamos, para que salvaguarde ahora nuestro "yo aniquilado en proceso de cicatrización" (nuestra última piel desnuda), es cada vez más resistente, su material más denso, su erosión más difícil, su acceso al interior más complejo. La esencia de mi yo, más honda, más profunda, más especial. No quiero formar parte del reparto de este mundo teatro, pero tampoco cualquiera merece conocerme.
He visto las miradas del odio
y el culpable era el rencor.
He oído susurrar a las mentiras
y la culpable era la envidia.
He saboreado besos hipócritas
y el culpable era el despecho.
He olido las fragancias intolerantes
y la culpable era la apatía.
He tocado la piel del sufrimiento
y el culpable era el amor.
Todos somos actores. Aunque a veces ni tan siquiera somos los protagonistas de nuestra propia historia. Hay ocasiones en las que sólo tenemos un pequeño papel secundario. Otras, en las que llegamos a ser antagonistas de nosotros mismos. E incluso, están las situaciones en las que sólo formamos parte del decorado, cual si fuéramos cosas, objetos o materias palpables y contables. Vacíos de esencia, de sentidos, de estados, de sensaciones, de sentimientos... que sólo están pero no son.
Todos solemos tener una coraza, un escudo, una máscara... tenemos muchas pieles que capa sobre capa llegan a formar un carapazón duro como una roca que creemos que nos hace más fuertes y nos protege. ¿Ante qué? Pues de ese mundo teatro y otros actores con sus roles y sus mácaras.
Lo que escondemos debajo de tanta capa, que es igual que decir debajo de tanto miedo, es todo aquello que queremos cuidar y mantener intacto y a salvo, sin que se contamine de mentiras, de hipocresía, de orgullos, de victimismos, de falsedades, de trivialidades... Aquello que nos hace frágiles. Aquello que intentamos ocultarle al mundo para que nada ni nadie lo mate. Aquello que, en muy pocos momentos de la obra de la vida, arriesgamos mostrándolo a alguien. Quizá porque nos sentimos especiales, quizá porque éso es lo que nos hace especiales, quizá porque queremos hacerle especial. De cualquier forma, cuando lo arriesgamos y lo destrozan, la nueva máscara que creamos, para que salvaguarde ahora nuestro "yo aniquilado en proceso de cicatrización" (nuestra última piel desnuda), es cada vez más resistente, su material más denso, su erosión más difícil, su acceso al interior más complejo. La esencia de mi yo, más honda, más profunda, más especial. No quiero formar parte del reparto de este mundo teatro, pero tampoco cualquiera merece conocerme.
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